BASES MASONICAS
ACTUALES O ANCESTRALES
Editado y modificado
Por: M\M\ René A. Thomas R.
Resp\ Logia “Sol de
Curpa” N° 112
Acarigua – Estado Portuguesa
La Masonería en la actualidad puede definirse como una institución iniciática, filosófica,
filantrópica y esotérica que manifiesta su enseñanza a través de un simbolismo
constructivo, el cual se va definiendo poco a poco dentro del iniciado a medida
que va pasando de un Grado a otro.
Esto se debe a que la Masonería hoy por hoy, es en
gran parte el resultado de una herencia de los antiguos gremios de
constructores y guildas por así decir, y
aunque hoy en día los masones ya no construyen edificios de forma física, ese
simbolismo sigue vigente de manera
alegórica, a un templo o construcción interna de una manera de ser muy
particular a la Orden Masónica Universal, con una identidad propia.
Los símbolos masónicos por ellos mismos, hacen referencia a un conjunto de ideas o
patrones preestablecidos en tiempos muy remotos, que están relacionados directamente con el
conocimiento de la organización del cosmos, (Cosmogonía), lo que a su vez
implica el desarrollo del hombre enmarcado en ese tiempo y espacio, como un microcosmos, tal como de manera hermética se
le conoce. Hay que tner en cuenta, que desde el punto de vista físico, el
espacio se mide en unidades de tiempo, lo que hace que estos dos aspectos sean
conjugables entre ellos y los estudios esotéricos y sus interpretaciones más
profundas.
Los antiguos constructores asociados en guildas, como
se le conocían a las antiguas logias, consideraban el simbolismo cósmico, como un
modelo a seguir, tanto en la realización física de sus obras arquitectónicas
como en el uso de las formas geométricas básicas, entre las que se destacan el
círculo, el cuadrado, de manera alegórica al cielo y la tierra y posteriormente
el denominado cuadrado largo, que no es otra cosa que el rectángulo. Las relaciones entre estas
figuras, junto con sus respectivas relaciones, dio como resultado la llamada
“geometría sagrada”, la cual como ciencia, ha tomado para sí todos los aspectos
esotéricos que se le puedan atribuir tanto a las figuras como tales (símbolos)
como a los números y sus correlaciones figuradas.
Estas formas y estructuras simbólicas, siempre han
respondido a unos arquetipos universales, preestablecidos desde el principio de
los tiempos, y a unos aspectos que son paralelos a la evolución del hombre en
el tiempo tanto en su desarrollo como ser y actor principal en la historia de
su propio mundo físico. Cabe destacar, que el tiempo como “elemento” no es
más que una sucesión de eventos medible por sí mismo, pero que su acción
depende del observador y de su capacidad de observación.
No importa que los masones de hoy no construyamos edificios materiales, lo realmente importante
es que esos mismos principios o ideas los podemos conocer a través de los
símbolos que decoran nuestros Templos, siendo el más importante de todos, el
que sustenta el concepto del autor del ordenamiento cósmico como la Gran Obra
de la Creación, o Arte Real, conocido en la Masonería Universal como Gran Arquitecto del Universo (G\A\D\U\).
Desde el punto de vista exotérico, la construcción
física de los edificios se vuelve esotérica al pasar a la construcción de un
templo interior, fortalecido por las bases iniciáticas que provee la Masonería
a los Aprendices a través de las herramientas proporcionadas, como lo son el
cincel y el martillo, y las demás en los grados siguientes.
El Gran Arquitecto del Universo es considerado como
un Principio fundamental en el sentido de la palabra, es la verdadera piedra
angular del Templo Masónico y no la representación de un Dios religioso y es
bajo la influencia de ese Principio, que
los masones realizamos nuestros trabajos dentro de la Logia. Es imperativo
recalcar que dado que la masonería se lleva por dentro, este Principio también
debe estar presente en el comportamiento del masón, en el mundo profano.
Estos trabajos, basados en el estudio de los símbolos en sus
inicios, están soportados en la práctica del Rito,
gracias a los cuales la Logia se convierte en un espacio análogo a la misma
estructura del Cosmos.
De allí, que el simbolismo de la Logia también es
uno de los temas de meditación a los que nuestra Orden concede una importancia
muy relevante. No hay que confundir los símbolos con los signos, ya que
estos últimos los estudia una ciencia denominada semiótica. Este Principio es
un símbolo, y nunca será un signo de nada, ni se corresponde a un arquetipo
religioso.
Es conveniente señalar que en la Masonería, el
Principio creador del Gran Arquitecto del Universo, no tiene ningún tipo de
connotación religiosa ni proviene de ninguna de ellas. Por otro lado, no puede tenerla porque la Masonería no es una
religión, como pueda ser la católica, la sufí, la judía o cualquiera otra, sino
una orden iniciática que entrega al hombre y
en cualquier nivel, los medios y los conocimientos necesarios para su
perfeccionamiento y desarrollo evolutivo como ser humano.
No olvidemos que la Masonería es una Ciencia y un
Arte, un “Arte Real” y su Principio Supremo (G\A\D\U\) se manifiesta como la Inteligencia que organiza el Cosmos, el Templo Universal,
de acuerdo al plan concebido en su sabiduría, que como se dice en el Libro de
la Ley Sagrada "Tú todo lo dispusiste con medida, número, y
peso" (Sab 11,20).
Con respecto
a lo anterior, René Guénon o Abd al-Wâhid Yahyâ en su artículo
titulado "La Ortodoxia Masónica", perteneciente al vol. II de los
Estudios
sobre la Franc-Masonería y el Compañerazgo nos dice que "El
símbolo del Gran Arquitecto del Universo no es la expresión de un dogma, y que
si se comprende como debe serlo, puede ser aceptado por todos los Masones, sin
distinción de opiniones filosóficas, porque esto no implica por su parte el
reconocimiento de la existencia de un Dios cualquiera".
La masonería en sus bases, debe ser adogmática si
quiere realmente formar hombres libres, libre-pensadores, de personalidad
única, pero de virtudes encontradas en un solo esquema comportamental de
pensamiento, voluntad y acción, de allí la negación a los aspectos dogmáticos
que pueden representar una religión cualquiera, a través de sus propios rituales
o concepciones prefabricadas.
No se trata de "creer" en el símbolo,
sino de “comprenderlo”, ya que el hecho de creer está fundamentado en la fe, y
la comprensión se basa en la razón.
El masón toma al símbolo como un vehículo de
Conocimiento y no como un objeto de "culto", pues sabe que no hay que
confundir al símbolo con lo que éste simboliza. Son dos aspectos
diferentes, tanto en su concepción como en su propia comprensión. En la medida
en que comprendamos mejor los símbolos y su significado nos compenetramos más en su esencia logrando
ser UNO, una unidad, con la idea que lo
conforma y el símbolo como tal.
El hecho de que la Masonería no sea una religión, no
limita ni impide en nada que existan masones que en su vida privada, practiquen
un credo religioso determinado, o bien que no practiquen ninguno. Esto realmente
a la Masonería como Orden no le atañe,
pues esas creencias, muy particulares por cierto, de cualquier otro tipo
(filosóficas, científicas, políticas, etc.) la momento de entrar a las Tenidas,
han de dejarse, junto con los metales,
en los llamados Pasos Perdidos, para poder entrar sin estas taras que tanto
peso hacen dentro de la conciencia de cada quién, tal como se explica a
continuación en una cita de René Guénon.
René Guénon en otro artículo titulado
"La Gnosis y la Franc-Masonería", dice que
"debe ser pura y simplemente la Masonería. Cada uno de sus miembros al
entrar en el Templo, debe despojarse de su personalidad profana y hacer
abstracción de cuanto sea extraño a los principios fundamentales de la
Masonería, principios a cuyo alrededor todos debieran unirse para trabajar en
común en la Gran Obra de la Construcción universal".
Por decirlo de otra manera, lo único que la
Masonería "exige" a sus miembros es una voluntad firme en el "desbastado"
y "pulimento"
de la piedra bruta, y que como dicen algunos rituales "es un producto grosero de
la Naturaleza, que el Arte de la Masonería debe pulir y transformar".
La obra de la regeneración humana, desde el punto de vista interior o esotérico, no
puede llevarse a cabo sin una voluntad firme y perseverante en el tiempo,
mediante el deseo de la acción vehemente de quien así la quiere, y la siente,
lo que igual a decir que sin una fuerza interior que influya de manera directa
en la mente del hombre y transmita su poder creativo a esa "materia amorfa"
de la psique o alma desordenada y caótica del ser primigenio, simbolizada en
este caso por la piedra bruta, no podrá seguir adelante.
Así pues, con el cincel de la inteligencia,
impulsado por el mazo de la voluntad, el aprendiz va limando y corrigiendo las
aristas y asperezas de su piedra bruta, separando lo "espeso de lo
sutil", el "caos" del "orden", lo "profano"
de lo "sagrado", operación alquímica que ha de convertirse en un rito
cotidiano, en un ejercicio de cada momento, pues dicha separación constituye la
premisa fundamental a cumplir en las primeras etapas del proceso iniciático,
hasta que con paciencia y perseverancia alcance ese perfeccionamiento de que
hablábamos anteriormente, ejemplificado en la piedra cúbica y tallada.
La iniciación, no solo como ceremonia, sino en su
contexto más amplio, es una vía hacia el Conocimiento capaz de despertar en el
hombre sus sentimientos, emociones y cualidades innatas, y que permanecen
aletargadas en su estado ordinario.
Arturo Reghini nos dice que ese perfeccionamiento "está
ligado al conocimiento y al reconocimiento de la naturaleza humana y sus
posibilidades inherentes. Es necesario realizar el antiguo precepto del oráculo
de Delfos: conócete a ti mismo. Es necesario buscar en sí mismo el misterio del
ser, considerar la vida humana, sus funciones, sus límites y la posibilidad de
sobrepasarlos, de intervenir activamente en su curso, no abandonarlo a la
deriva, en descubrir y en despertar los gérmenes latentes, los sentidos y los
poderes todavía desconocidos, dormidos y ocultos. Es necesario, en fin,
realizar una obra de edificación espiritual, una transmutación, alcanzar la
virtud y el conocimiento para que el miserable gusano que repta por la tierra
se transforme en gloriosa mariposa volando libremente hacia la justicia".
Para lograr ese fin, este autor nos dice que no existe otro medio que
"el trabajo masónico basado y sostenido por la iniciación simbólica, es
decir conferida y obtenida a través de la inteligencia de los símbolos
masónicos familiares, a imagen de la obra de arte que se realiza con los
instrumentos del oficio".
Tal como lo hemos
visto, la idea de la transmutación alquímica como esencia, tiene una relación directa el proceso
alquímico como tal, y de hecho el "Arte Real" masónico, desarrollado
a través de los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, es idéntico a la
"Gran Obra" de la Alquimia, y la culminación en la Piedra Filosofal, por
lo que puede hacerse una transposición totalmente coherente entre el simbolismo
alquímico y el simbolismo constructivo y arquitectónico masónico y sus
elementos básicos, como lo son la sal, el azufre y el mercurio.
Sin más por ahora, debemos resumir que tanto la
alquimia como la masonería y el propio simbolismo desde sus orígenes
primigenios, son sin lugar a dudas, complementos que se retroalimentan desde
adentro, logrando exteriorizar sus logros en los cambios internos del hombre
como género, en la sociedad donde éste se desenvuelve.
.'.Swami
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